Desde hace años estoy enganchado a una sección de un programa de radio, Relatos en Cadena, de la Cadena Ser. Durante 2012 María y yo (mi novia y crítica favorita e implacable) decidimos, siguiendo las normas del programa, realizar nuestros propios relatos. Uno ella, otro yo, otro ella... así, enlazados, hasta que la imaginación nos dijera basta.
Las normas muy sencillas, contaría cada trabajo con un máximo de 100 palabras y cada texto comienza con la última frase del relato anterior.
En 2012 hicimos 12 relatos y llegado el cumpleaños de María (finales de diciembre) decidí ilustrarlos y realizar con ellos un pequeño libro para regalarle. Conté con la colaboración de su hermano David, un ilustrador alucinante, sus amigas Susana y Ana, que aportaron un par de maravillosos relatos y nuestra amiga Noes currándose con sus fotos y su diseño las tapas del pequeño intento de libro ilustrado.
Os dejo a continuación las ilustraciones y los textos y unas fotos del resultado final una vez maquetado, impreso y encuadernado. Todo realizado por el menda, que pasó unas navidades de lo más ocupado y entretenido :D
Nunca le ha costado despertarse, no es como esa gente que se
ensaña con el despertador o que planea complicadas estrategias para retrasar
este momento del día. ¿Por qué tendría que molestarle? este es el momento más
automático, claro y sencillo. En este estado de hipnosis bajaba los escalones
de manera torpe, como intentando recordar donde los había dejado el día
anterior, y “rosmaba” algo incomprensible al tropezar con un juguete que algún
sobrino había dejado la noche pasada.
Llegar a la cocina fue el punto de partida en su escalada
hacia la consciencia, ya que tuvo que buscar sus cereales en una alacena
colapsada por un montón de cosas que su madre había creído útiles en ese
espacio antes reservado al desayuno. Esto suponía una verdadera gincana para su
mano que palpando encontraba esa primera dosis de chocolate que le era tan
necesaria para volver al mundo real. Al levantar la caja se dio cuenta que el
día empezaría con 20 gramos menos de la felicidad esperada en su ración
habitual, pues había olvidado incluirlos en la última lista de la compra. Este
despiste le hizo pensar en las obligaciones de hoy y de mañana y que aún no
había ido a Iguazú, al mismo tiempo que removía con la cuchara el azúcar posado
en el fondo del café. Empezaron los 32 en el justo momento que se quemó la
lengua con el café hirviendo y acabó por despertar del todo.
Ana González Botana
Se quemó la lengua con el café hirviendo y acabó por despertar del todo. Aún seguía allí su chaqueta, apoyada en la silla con el móvil metido en el bolsillo. No le quitaba el ojo de encima al teléfono porque pensaba que así no se le ocurriría sonar. Tampoco le apetecía mirar al resto de la habitación. Hay cosas que no conviene recordar aunque no podía evitar oler la sangre seca que se colaba en el aroma del café. No es tu culpa, se repetía, mientras apartaba las migas de carne de la mesa.
María Romero Pedreira
No es tu culpa, se repetía, mientras apartaba las migas de
carne de la mesa. ¿Acaso sabía que mi padre iba a usar de ese modo la picadora?
No, nadie podría. El libro de instrucciones, haber preguntado, no sé, el
sentido común mismo debería haberle avisado de lo que ocurriría. Cuando llegó
mi madre y vio aquello empezó a llorar, sólo acertó a decir: “¿y papá?”. La calmé…
“tranquila, ya limpio yo todo”. Mi padre volvió con la escoba y barrió la carne
del suelo. Mi madre desconsolada lloraba pensando en el solomillo que iría a
parar a la basura.
Mi madre
desconsolada lloraba pensando en el solomillo que iría a parar a la basura. Aquello
le hizo acordarse del cerdo que crió de pequeña. El día que lo llevaron a la
feria nadie lo compró. Para que el viaje no fuese en vano, visitaron a su tía
que vivía cerca de la playa. Se olvidaron del cochino y cuando volvieron al
coche se había escapado. Lo vieron nadando, ligero, hasta que llegó a una isla.
Más tarde, leyó la noticia de un cerdo que rescató a un niño de ahogarse. A mí me encantaba el sabor de los héroes.
María Romero Pedreira
A mí me encantaba el
sabor de los héroes. Bueno, me gustaban muchos sabores. Comía demasiado, llevaba
mucho tiempo así, comiendo héroes, jajaja, que nombre más loco el de aquellos
sistemas. Me gustaban también otros sabores, eminemas de trigoflú, estrellas de
agnímulas, muchos y muchos sabores, ¡¡hummm!! aún no probara el de los lácteos.
En verdad la mía era una vida triste, encerrado, engullendo sin parar. Debería
de plantearme cambiar, pero no podía. En aquel mismo momento estaba a punto de
comerme aquella galaxia. ¡Ay! que dura la vida del agujero negro.
¡Ay, qué dura la
vida del agujero negro! La vida de arriba es mucho mejor. Mucho mejor es
por lo menos sentir aire del exterior y percibir ruidos al otro lado. El negro
es la nada absoluta, respirar tu propio aire, oír sólo tus pensamientos,
volverte un vacío, perder tu identidad. Ya no sé qué hice ni si soy una
persona. Me encuentro en el absurdo momento de perder totalmente mi memoria
para volver a ser. Sea lo que yo sea, hay algo que ellos no saben. Cuando abran esta celda sólo encontrarán un
lápiz.
María Romero Pedreira
Ilustración de David Romero Pedreira
“Cuando abran esta
celda sólo encontrarán un lápiz” Sonó la orquesta y el Gran Magnini entró
en la celda. Lo taparon con una tela y mientras su insinuante ayudante hacía
los pases mágicos, aquel niño, desde la grada pensó: “¿Un lápiz?” Al destapar
la jaula Magnini seguía allí, con la pareja de conejos en pleno éxtasis sexual
y las palomas asustadas revoloteando alrededor de la chistera. Pero Magnini no
daba abierto los ojos. Al rato un chorro de sangre empezó a caerle de la sien,
resbalando por el lápiz que le salía del cráneo… ¡Maldito niño!, había vuelto a
hacerlo.
¡Maldito niño!,
había vuelto a hacerlo ¿era tan divertido cambiar su campo de visión? No
se daba cuenta de que para él era esencial ver cada mañana a aquella mujer,
llena de paz y recogida en su tarea de pintar. Ella parecía verlo de verdad.
Mañana acabaría el retrato que le estaba haciendo. Aún guardaba la esperanza de
que el guardia del museo llegase por la noche y le colocase la cabeza en su
sitio. Él no era ningún maniquí ¡maldita sea! Representaba a un guerrero xian
metiéndose el dedo en la nariz ¡Qué
poco respeto por el arte!
María Romero Pedreira
¡Qué poco respeto
por el arte!. Estaba harto de frases hechas, posturas heredadas y tanta
tontería, ¡vamos hombre!. “Yo podría hacerlo”, decían, “pues hazlo”, pensaba
él. “Eso no quiere decir nada”, criticaban, “pues yo creo que sí”, opinaba él.
“Arte, ¡ja! eso ni es arte ni es nada” despotricaban, “pues explíquenme ustedes
entonces qué lo es” replicaba desesperado él. En fin, cogió sus pinceles, los
aceites, los tizones, la arcilla y el resto de sus herramientas y dejó a aquel
grupo de víboras poniéndolo verde mientras observaban en la cueva sus precioso
bisontes. La historia lo juzgaría, no aquellos envidiosos.
La historia lo
juzgaría, no aquellos envidiosos. Lo único que les preocupa es acumular
la mayor cantidad de cosas y aumentar así proporcionalmente el miedo a que otro
acumulador se lo arrebate. Yo no era un acumulador, yo era un vaciador.
Mi trabajo consiste en hacer desaparecer todo lo sobrante de las casas y
después… quemarlo. Sólo perdono la comida de la hoguera para repartírsela a
otros vaciadores. Cada día somos más. Nos esparcimos por los bosques, nos
mezclamos con el gentío de Sherwood. Ten cuidado que no te alcance una de mis
flechas. No descansaré hasta que haya
justicia.
María Romero Pedreira
No descansaré hasta hacer justicia. Solía repetirse una y
otra vez. Así era él, defendiendo siempre causas justas. Estaba firme y
desafiante ante el pelotón de fusilamiento. Rió cínicamente sabedor de su
destino y calló tras recibir la descarga. Al rato recobró el sentido, limpió su
sangre y tiró el reloj de bolsillo que, como siempre, se había parado. Cogió uno
nuevo de la bandolera, se aseguró de que anduviese correctamente y echó a andar
buscando a quienes lo habían declarado culpable injustamente. Ya podía saborear
su sangre, le encantaba ser un héroe.
Ya podía saborear su
sangre, le encantaba ser un héroe. Había sido elegido de entre toda la
comunidad para tal hazaña. Todos le sonreían desde que se había hecho pública
la fecha. En los últimos días le habían estado bañando con flores. Él, que
desde que tenía memoria sólo había recibido malas palabras. Cuando salió el
sol, caminó firme hacia el altar para ofrecer su cabeza por su pueblo.- Nunca
fuiste uno de los nuestros-le dijo el verdugo antes de bajar la cuchilla- eres el prisionero de una batalla ganada y
ahora pagarás a los dioses su precio.
María Romero Pedreira
“Eres el prisionero
de una batalla ganada y ahora pagarás a los dioses su precio.” Jamás debió guiar
a su ejército allí. ¿Las vírgenes indefensas? ¡Ja! ¿Quién había visto un templo
Shimú sin una guardia de trolls anfiáticos? Ahora, pensando en las acciones que
le habían llevado ante su verdugo, Orchid pensaba en lo idiota e impulsivo que
había sido. Sonó la alarma del móvil, eran ya y media, se acabó el recreo y
deberían de posponer la partida. Nunca pensó que se alegrase de empezar la
clase de inglés, pero quizá le salvase la vida.
Nunca pensó que se alegrase de empezar la clase de inglés,
pero quizá le salvase la vida. Es de sobra conocido por todos que la
imaginación de Meri ha metido al Universo en más de un lío, pero esta vez era
demasiado. Tal y como ella había deseado la noche anterior, todas sus
ilustraciones habían cobrado vida a escala 1:250.000 y recorrían las calles de
todas las ciudades del mundo, incluida Fernando Macías, desde donde ella
observaba cómo iban aplastando todo a su paso. Meri sonrió, pues había
imaginado que sólo pisaban lo horrendo para después dar lugar a un mundo
infinitamente más hermoso y agradable: el mundo de después de su cumpleaños…
Susana Castro Rodríguez
Diseño portada y contraportada (Noelia Prada García)
Portada
Contraportada
Las ilustraciones y relatos sin acreditar son míos.
Por último os dejo algunas fotitos del libro.
Qué maravillaaaaaa!!!!! El día que lo bajaste no lo leí y ya me pareció increíble, pero es que ahora...no tengo palabras! Hermoso!!!
ResponderEliminarGracias!!!! por el piropo y por participar. Pena que no grabara a Meri recibiendo el regalo, a medida que iba viéndolo, pasando páginas y sabiendo quien participó y las peripecias de zapatos y demás iba sonriendo más y más.
ResponderEliminar:D