La vida es una constante búsqueda... y a ti te encontré en la calle.

sábado, 19 de enero de 2013

Relatos en cadena


   Desde hace años estoy enganchado a una sección de un programa de radio, Relatos en Cadena, de la Cadena Ser. Durante 2012  María y yo (mi novia y crítica favorita e implacable) decidimos, siguiendo las normas del programa, realizar nuestros propios relatos. Uno ella, otro yo, otro ella... así, enlazados, hasta que la imaginación nos dijera basta.
 
   Las normas muy sencillas, contaría cada trabajo con un máximo de 100 palabras y cada texto comienza con la última frase del relato anterior.

   En 2012 hicimos 12 relatos y llegado el cumpleaños de María (finales de diciembre) decidí ilustrarlos y realizar con ellos un pequeño libro para regalarle. Conté con la colaboración de su hermano David, un ilustrador alucinante, sus amigas Susana y Ana, que aportaron un par de maravillosos relatos y nuestra amiga Noes currándose con sus fotos y su diseño las tapas del pequeño intento de libro ilustrado.
Os dejo a continuación las ilustraciones y los textos y unas fotos del resultado final una vez maquetado, impreso y encuadernado. Todo realizado por el menda, que pasó unas navidades de lo más ocupado y entretenido :D



   Nunca le ha costado despertarse, no es como esa gente que se ensaña con el despertador o que planea complicadas estrategias para retrasar este momento del día. ¿Por qué tendría que molestarle? este es el momento más automático, claro y sencillo. En este estado de hipnosis bajaba los escalones de manera torpe, como intentando recordar donde los había dejado el día anterior, y “rosmaba” algo incomprensible al tropezar con un juguete que algún sobrino había dejado la noche pasada.
   Llegar a la cocina fue el punto de partida en su escalada hacia la consciencia, ya que tuvo que buscar sus cereales en una alacena colapsada por un montón de cosas que su madre había creído útiles en ese espacio antes reservado al desayuno. Esto suponía una verdadera gincana para su mano que palpando encontraba esa primera dosis de chocolate que le era tan necesaria para volver al mundo real. Al levantar la caja se dio cuenta que el día empezaría con 20 gramos menos de la felicidad esperada en su ración habitual, pues había olvidado incluirlos en la última lista de la compra. Este despiste le hizo pensar en las obligaciones de hoy y de mañana y que aún no había ido a Iguazú, al mismo tiempo que removía con la cuchara el azúcar posado en el fondo del café. Empezaron los 32 en el justo momento que se quemó la lengua con el café hirviendo y acabó por despertar del todo.

   Ana González Botana





   Se quemó la lengua con el café hirviendo y acabó por despertar del todo. Aún seguía allí su chaqueta, apoyada en la silla con el móvil metido en el bolsillo. No le quitaba el ojo de encima al teléfono porque pensaba que así no se le ocurriría sonar. Tampoco le apetecía mirar al resto de la habitación. Hay cosas que no conviene recordar aunque no podía evitar oler la sangre seca que se colaba en el aroma del café. No es tu culpa, se repetía, mientras apartaba las migas de carne de la mesa.                     


   María Romero Pedreira




   No es tu culpa, se repetía, mientras apartaba las migas de carne de la mesa. ¿Acaso sabía que mi padre iba a usar de ese modo la picadora? No, nadie podría. El libro de instrucciones, haber preguntado, no sé, el sentido común mismo debería haberle avisado de lo que ocurriría. Cuando llegó mi madre y vio aquello empezó a llorar, sólo acertó a decir: “¿y papá?”. La calmé… “tranquila, ya limpio yo todo”. Mi padre volvió con la escoba y barrió la carne del suelo. Mi madre desconsolada lloraba pensando en el solomillo que iría a parar a la basura.





   Mi madre desconsolada lloraba pensando en el solomillo que iría a parar a la basura. Aquello le hizo acordarse del cerdo que crió de pequeña. El día que lo llevaron a la feria nadie lo compró. Para que el viaje no fuese en vano, visitaron a su tía que vivía cerca de la playa. Se olvidaron del cochino y cuando volvieron al coche se había escapado. Lo vieron nadando, ligero, hasta que llegó a una isla. Más tarde, leyó la noticia de un cerdo que rescató a un niño de ahogarse. A mí me encantaba el sabor de los héroes.
 
   María Romero Pedreira




   A mí me encantaba el sabor de los héroes. Bueno, me gustaban muchos sabores. Comía demasiado, llevaba mucho tiempo así, comiendo héroes, jajaja, que nombre más loco el de aquellos sistemas. Me gustaban también otros sabores, eminemas de trigoflú, estrellas de agnímulas, muchos y muchos sabores, ¡¡hummm!! aún no probara el de los lácteos. En verdad la mía era una vida triste, encerrado, engullendo sin parar. Debería de plantearme cambiar, pero no podía. En aquel mismo momento estaba a punto de comerme aquella galaxia. ¡Ay! que dura la vida del agujero negro.






   ¡Ay, qué dura la vida del agujero negro! La vida de arriba es mucho mejor. Mucho mejor es por lo menos sentir aire del exterior y percibir ruidos al otro lado. El negro es la nada absoluta, respirar tu propio aire, oír sólo tus pensamientos, volverte un vacío, perder tu identidad. Ya no sé qué hice ni si soy una persona. Me encuentro en el absurdo momento de perder totalmente mi memoria para volver a ser. Sea lo que yo sea, hay algo que ellos no saben. Cuando abran esta celda sólo encontrarán un lápiz.   
 
   María Romero Pedreira

Ilustración de David Romero Pedreira


   “Cuando abran esta celda sólo encontrarán un lápiz”  Sonó la orquesta y el Gran Magnini entró en la celda. Lo taparon con una tela y mientras su insinuante ayudante hacía los pases mágicos, aquel niño, desde la grada pensó: “¿Un lápiz?” Al destapar la jaula Magnini seguía allí, con la pareja de conejos en pleno éxtasis sexual y las palomas asustadas revoloteando alrededor de la chistera. Pero Magnini no daba abierto los ojos. Al rato un chorro de sangre empezó a caerle de la sien, resbalando por el lápiz que le salía del cráneo… ¡Maldito niño!, había vuelto a hacerlo.

  



   ¡Maldito niño!, había vuelto a hacerlo ¿era tan divertido cambiar su campo de visión? No se daba cuenta de que para él era esencial ver cada mañana a aquella mujer, llena de paz y recogida en su tarea de pintar. Ella parecía verlo de verdad. Mañana acabaría el retrato que le estaba haciendo. Aún guardaba la esperanza de que el guardia del museo llegase por la noche y le colocase la cabeza en su sitio. Él no era ningún maniquí ¡maldita sea! Representaba a un guerrero xian metiéndose el dedo en la nariz ¡Qué poco respeto por el arte!
 
   María Romero Pedreira




   ¡Qué poco respeto por el arte!. Estaba harto de frases hechas, posturas heredadas y tanta tontería, ¡vamos hombre!. “Yo podría hacerlo”, decían, “pues hazlo”, pensaba él. “Eso no quiere decir nada”, criticaban, “pues yo creo que sí”, opinaba él. “Arte, ¡ja! eso ni es arte ni es nada” despotricaban, “pues explíquenme ustedes entonces qué lo es” replicaba desesperado él. En fin, cogió sus pinceles, los aceites, los tizones, la arcilla y el resto de sus herramientas y dejó a aquel grupo de víboras poniéndolo verde mientras observaban en la cueva sus precioso bisontes. La historia lo juzgaría, no aquellos envidiosos.





   La historia lo juzgaría, no aquellos envidiosos. Lo único que les preocupa es acumular la mayor cantidad de cosas y aumentar así proporcionalmente el miedo a que otro acumulador se lo arrebate.  Yo no era un acumulador, yo era un vaciador. Mi trabajo consiste en hacer desaparecer todo lo sobrante de las casas y después… quemarlo. Sólo perdono la comida de la hoguera para repartírsela a otros vaciadores. Cada día somos más. Nos esparcimos por  los bosques, nos mezclamos con el gentío de Sherwood. Ten cuidado que no te alcance una de mis flechas. No descansaré hasta que haya justicia.
 
   María Romero Pedreira



   No descansaré hasta hacer justicia. Solía repetirse una y otra vez. Así era él, defendiendo siempre causas justas. Estaba firme y desafiante ante el pelotón de fusilamiento. Rió cínicamente sabedor de su destino y calló tras recibir la descarga. Al rato recobró el sentido, limpió su sangre y tiró el reloj de bolsillo que, como siempre, se había parado. Cogió uno nuevo de la bandolera, se aseguró de que anduviese correctamente y echó a andar buscando a quienes lo habían declarado culpable injustamente. Ya podía saborear su sangre, le encantaba ser un héroe.

  




   Ya podía saborear su sangre, le encantaba ser un héroe. Había sido elegido de entre toda la comunidad para tal hazaña. Todos le sonreían desde que se había hecho pública la fecha. En los últimos días le habían estado bañando con flores. Él, que desde que tenía memoria sólo había recibido malas palabras. Cuando salió el sol, caminó firme hacia el altar para ofrecer su cabeza por su pueblo.- Nunca fuiste uno de los nuestros-le dijo el verdugo antes de bajar la cuchilla- eres el prisionero de una batalla ganada y ahora pagarás a los dioses su precio.
 
   María Romero Pedreira




   “Eres el prisionero de una batalla ganada y ahora pagarás a los dioses su precio.” Jamás debió guiar a su ejército allí. ¿Las vírgenes indefensas? ¡Ja! ¿Quién había visto un templo Shimú sin una guardia de trolls anfiáticos? Ahora, pensando en las acciones que le habían llevado ante su verdugo, Orchid pensaba en lo idiota e impulsivo que había sido. Sonó la alarma del móvil, eran ya y media, se acabó el recreo y deberían de posponer la partida. Nunca pensó que se alegrase de empezar la clase de inglés, pero quizá le salvase la vida.




   Nunca pensó que se alegrase de empezar la clase de inglés, pero quizá le salvase la vida. Es de sobra conocido por todos que la imaginación de Meri ha metido al Universo en más de un lío, pero esta vez era demasiado. Tal y como ella había deseado la noche anterior, todas sus ilustraciones habían cobrado vida a escala 1:250.000 y recorrían las calles de todas las ciudades del mundo, incluida Fernando Macías, desde donde ella observaba cómo iban aplastando todo a su paso. Meri sonrió, pues había imaginado que sólo pisaban lo horrendo para después dar lugar a un mundo infinitamente más hermoso y agradable: el mundo de después de su cumpleaños…



   Susana Castro Rodríguez






Diseño portada y contraportada (Noelia Prada García)


Portada



Contraportada


Las ilustraciones y relatos sin acreditar son míos.


Por último os dejo algunas fotitos del libro.






2 comentarios:

  1. Qué maravillaaaaaa!!!!! El día que lo bajaste no lo leí y ya me pareció increíble, pero es que ahora...no tengo palabras! Hermoso!!!

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  2. Gracias!!!! por el piropo y por participar. Pena que no grabara a Meri recibiendo el regalo, a medida que iba viéndolo, pasando páginas y sabiendo quien participó y las peripecias de zapatos y demás iba sonriendo más y más.
    :D

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