CAJA DE JUGUETES
Ella volvía a estar
sentada al lado de la parada del bus. Nunca se sentaba dentro de la
marquesina, amablemente, como siempre, prefería dejar el asiento a
otras personas. A él le encantaba esa actitud.
Desde el día en que la vio por primera
vez, con su enorme estuche de contrabajo, se fijó en ella, realmente
era difícil no hacerlo. Siempre adorable y sonriente, y con el
enorme estuche, se fue convirtiendo en el epicentro de su universo.
Siempre la veía en aquella parada, cogiendo cada día una línea de
bus diferente. Se preguntaba insistentemente su nombre y cada cierto
tiempo, mientras hablaba consigo mismo, cosa que hacía demasiado a
menudo, se inventaba uno. Ensayaba frente al espejo ridículos
discursos con los que entablar conversación, había visto demasiadas
películas, demasiadas y malas, la verdad.
Las últimas semanas había intentado
hablarle pero tan sólo consiguió realizar saludos que jamás fueron
correspondidos. En alguna ocasión cogieron el mismo bus y había
estado a su lado durante varios minutos, momentos donde como máximo
dejaba escapar alguna mirada curiosa. Pero hoy sería diferente,
estaba decidido a hablarle.
Era el típico retraído con escasa
experiencia con las mujeres y pocas, muy pocas dotes para el trato
social en general, así que, como solía ocurrirle, su enésimo
esfuerzo por cambiar sería aplastado por su enorme vergüenza. Ese
día decidió subirse al bus que ella cogiera, le daría igual cual,
curiosamente se subió al que lo llevaba a casa, perfecto. Logró
sentarse a su lado y pasó varios minutos a punto de decir alguna
majadería que ni tan siquiera habría ensayado. Pero el silencio se
apoderó de él, boca seca, taquicardias, temblor de manos, sudores
fríos. Finalmente ella cedió su asiento a una madre con un bebé,
mientras bromeaba con el niño sobre la posibilidad de que su estuche fuese una enorme
caja de juguetes, él notaba que las sienes le iban a explotar y se
sentía más inútil que nunca. Vio impotente como se le pasaba otra
oportunidad, el niño intentaba jugar con él y tan sólo pudo dejar
escapar alguna sonrisilla nerviosa, la criatura, pobre, terminó
echándose a llorar.
Parecía que su día terminaría como
siempre, con el sabor de la frustración en los labios. Ella y él se
bajaron en la misma parada, pero él ya no tenía ganas de intentar
nada. Era tarde, había oscurecido y sólo pensaba en torturarse un
poco más en casa, solo y triste.
Llegó al portal, sacó las llaves del
bolsillo, abrió, llamó al ascensor, subió pensando en ella, en su
dulzura, en su sonrisa, en sus enormes ojos... “5ª planta”
anunció el ascensor, abrió la puerta y al salir el detector de
movimiento accionó la luz. Allí estaba ella con su estuche y un
papel en la mano, él prefirió pasar de largo, casi ni la miró,
aunque en su planta sólo hubiese una vivienda, la suya, no entendía lo que
ocurría.
“¿Su nombre es Juan García Gómez?”
dijo ella dulcemente.
“Sí” contestó él con un inmenso
sentimiento de felicidad.
Ella miró hacia el papel, asintió,
abrió plácidamente el estuche, sacó una pistola y le metió unos
cuantos gramos de acero en el pecho. El silenciador evitaba molestias, tranquilamente sacó unas rosas del estuche, le dio algo de forma
al ramo, sacó un par de pétalos que empezaban a estar mustios, los
metió en el bolsillo y puso las flores sobre el cadáver.
Sonrió dulcemente y bajó por las
escaleras, sigilosamente, atenta para no cruzarse con vecinos. Estaba
feliz, le gustaba cargarse a gente que no conociera de nada, las
caras que se le hacían familiares le producían ciertos
remordimientos pasajeros, nada que no solucionase el dinero. Aquello no le
sacaba su encantadora sonrisa, al fin y al cabo era el servicio de
retiro más elegante de toda la ciudad.
Ilustración: Aurora Aroca
Texto: Josiño Souto
Desde hace un tiempo estoy colaborando con mis fabulosos compañeros de ilustración por quienes siento un sincera admiración. Ya llevo un curso y un par de meses aprendiendo de ellos.
Ya he subido en este blog varias colaboraciones, 4 para ser concreto, con Vero, Patri, Pi y Borja. A unos cuantos más les he pasado textos míos para que ilustren, ya sabéis, esos relatillos con los que tanto disfruto. Como cada uno de mis compis es de su padre y de su madre, intenté adaptarme y tocar temáticas que creí que se les darían juego. En este caso no me adapté a la ilustradora, la genial y encantadora Aurora ha sido metamorfoseada por mi enferma imaginación en esa sicaria que tan elegantemente ha dibujado, y es que Aurora, ilustradora, música, artista por los 4 costados, toca el chelo (que no el contrabajo como dice el texto) y cada vez que la he visto tocar, como me pasa siempre con casi todo, imagino historias raras, divertidas, terroríficas, locas... "a cabeza non para" y a ella la veo en plan El Mariachi, escondiendo algo más que notas en su estuche :P
Espero que os hayan gustado texto e ilustración.
Podéis ver más trabajos de Aurora en su blog, Pespuntapuntes, su facebook o su portfolio de infojobs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario