La infancia, ese lugar alejado de la mediocridad de los adultos, terreno de amarguras, impotencias y malos modales. La infancia, animal que mira con ojos puros y no con esos ojos sucios y codiciosos con que observan desconfiados los no niños.
Sigo con mis recuerdos de una infancia, una como otra cualquiera, mi infancia, que me ha traído hasta aquí, un tipo honrado y con principios.
Hoy toca el turno a una merienda extraña, yo, loco por los bocatas, disfrutaba de vez en cuando de una merienda que para mi era muy especial. Imagino que si algún día no quedaba demasiado pan, mi madre me preparaba un precioso plato de taquitos de queso y membrillo en lugar de mi clásico bocata de queso y membrillo, muchísimo membrillo. Quien me conoce sabe que soy un tipo que vive con lo mínimo, que no disfruto de caprichos, ni de objetos varios, ni de comprar compulsivamente... placeres tan simples como este plato de gourmet infantil, me criaron en ese camino. Que jodan al capitalismo y al consumismo. Yo con agua, pan, lápiz y un papel, sobreviviré.
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