De nuevo vuelta a la gastronomía, al comer, al embutirse. Es curioso que albergue tantos recuerdos de mi infancia sobre comida ya que de niño fui un pésimo comedor. Así es que me quedé en los huesos. Hasta el instituto, y sobre todo en los años de carrera, empecé a comer decentemente, bastante, vamos. En la carrera, no nos engañemos, comía por mí la ansiedad, quien la conozca sabe que ella devora lo que se le ponga por delante.
Pero vayamos al recuerdo que ilustro hoy, el postre que más veces degusté y preparé en mi vida, la mítica tarta de galleta. Sí, ésa que hacíamos tantos en casa en los 80 y por la cual ahora nos clavan cosa fina en restaurantes, bares, tascas y mesones patrios tras haberla rebautizado como "tarta de la abuela".
En mi casa la hacíamos como en el dibujo, que algún repugnante dirá, yo le echaba natillas, yo le ponía lacasitos arriba... pues chicos, bien por vosotros, en mi casa se hacía así, y ya, no incordiéis.
Se trataba de un postres que unía a la familia, ya que mientras mi madre iba preparando el chocolate y el flan, mi hermana y yo empezábamos a abrir galletas, a llenar un plato hondo de vino mosto y, sobretodo, empezábamos a relamernos pensando en el manjar que nos esperaba. Nos juntaba unas horas en torno a la mesa, poniendo todo perdido y pasando uno de esos sencillos momentos junto a la familia que tanto cariño despiertan. Las galletas, éstas tostadas secas y chungas que nadie tomaba a palo seco ya que podrían deshidratarte, iban al plato hondo un ratito, a empaparse en vino mosto, a emborracharse, vaya. Ellas formaban las capas de esa especie de milhojas o lasagna repostera. Entre capa y capa de galleta se iban metiendo los otros ingredientes, chocolate, flan, mermelada y de nuevo chocolate, cubriendo todo. Arriba, para darle vidilla al asunto, espolvoreábamos ralladura de coco, alguna vez colocábamos lacasitos para darle colorido, yo, personalmente, prefería coco, el blanco y negro siempre es más elegante :P
No hay comentarios:
Publicar un comentario