Recuerdo perfectamente un verano en que recogí muchas moras e hice zumo con ellas. Recuerdo beberlo y disfrutar con ese sabor 100% silvestre, natural y, lo más importante, dulce. Recuerdo también a mi abuela diciéndome que no comiese moras, que las serpientes las lamían, chupaban, o algo así, y que aquello era venenoso. Gracias a dios que nunca me he fiado yo mucho de los mayores.
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